lunes, 17 de noviembre de 2014

Capítulo 10

Llevaba una semana sin verle y estaba pudiendo conmigo. Los ánimos dentro del muro seguían estando muy calientes con todo lo sucedido, además el tema de las medicinas se había estado propagando por todo el muro y  en ocasiones había protestas de los clones tratando de salir del muro y quedarse fuera, a veces esas protestas subía de tono y acababan convirtiéndose en peleas con piedras y algunos artilugios demasiado peligrosos. No le había visto en ninguna pelea, pero me daba miedo que le hubiese pasado algo, a lo mejor no nos hemos enterado de algunas cosas y le había pasado algo y no le había podido proteger. El corazón se me encogió, no podía pensarlo, trataba de coger aire, pero no podía, los pulmones se me cerraban cada vez que pensaba en ello.
-Miny-la voz de Laura me devolvió a la consciencia, cerca del campo de fútbol.-Tía, ¿estás bien?- Su voz sonaba muy preocupada, se paró delante de mí y me miró a los ojos tratando de comprender que me pasaba- Llevas unos días muy raros, me tienes preocupada.
-No estoy durmiendo bien últimamente- en parte era mentira, porque obviamente estaba pensando en Marcos, pero por otro lado era verdad,, no dormía bien, muchas cosas vagaban por mi cabeza por las noches y no me dejaban dormir.
- Te conozco y sé que no es por eso, ¿qué te pasa? no me cuentas nada últimamente, estás muy callada y tu cabeza no está aquí.-respiré profundamente, tenía miedo de contárselo, pero era mi mejor amiga, había estado a mi lado desde que éramos pequeñas.
-Creo que me gusta alguien- sonrió y se puso a saltar.
-Pero si eso es fantástico, ¿Qué problema hay?- no la respondí, me quedé en silencio, tragué saliva intentando evitar contestar a aquella pregunta. De pronto lo supo, cerró los ojos tratando de entender y asimilar lo que acababa de saber- no es de los nuestro ¿no?
Negué con la cabeza, pasó de la felicidad a la seriedad absoluta. Seguíamos andando, completamente en silencio.
-¿Qué vas a hacer?-resoplé
-No lo sé- me reí irónicamente, no pude evitarlo.
-Sabes que estoy aquí para lo que necesites- sonreí sin poder evitarlo y la abracé.
-Gracias- la verdad es que lo necesitaba, necesitaba que alguien de mis amigos me dijera eso.
Ya era la hora de volver a la ciudad, fuera del muro. Cuando volvíamos, pasamos por una de las calles de la plaza, había un parque y en él había un grupo de persona, de diferentes edades, reconocí a todos al instante, pero mis ojos se quedaron en uno, suspiré al verle bien. Estaban hablando alegremente cuando nos vieron que se quedaron completamente en silencio. Mis ojos se posaron en él, el resto me daba absolutamente igual, solo le podía mirar a él. Sus ojos se levantaron del suelo y me miraron, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, duró una milésima de segundo, era disimulada  y era perfecta. Seguimos andando hasta salir del muro, me fui a mi casa, me apetecía echarme la siesta, por fin se había acabado el doble turno y podía descansar bien.
Un grupo de personas estaban sentadas en un corro, me fije en uno, sus ojos eran marón color caramelo, todo a nuestro alrededor desapareció, nos quedamos completamente solos, todo mi cuerpo comenzó a acelerarse, una sonrisa apareció en su boca y no lo pude evitar y le devolví la sonrisa, era perfecta, sus labios ligeramente abiertos que mostraban sus dientes algo imperfectos. De pronto, desapareció, mi corazón comenzó a  latir tan rápido por el miedo de haberle perdido que me dolía. Me desperté, el sudor caía por mi frente, el miedo seguía en mí y mi corazón poco a poco se empezó a relajar. Era de noche, se había oscurecido todo, miré el móvil, marcaba las 9. Me levanté de la cama, me puse una sudadera y me senté en la ventana. Apoyé mi cabeza sobre la ventana, el cristal estaba frío, pero no me importó. No entendía que me estaba pasando, no podía evitarlo, cada vez que cerraba los ojos él aparecía, cada noche soñaba con Marcos y no podía evitarlo, aunque no estaba segura de que quisiese. Volví a cerrar los ojos, me quedé ahí, sentada, durante un tiempo que no supe definir, hasta que el timbre de mi casa me devolvió al mundo real. Bajé con cuidado las escaleras, me dirigí hacia la puerta.
Dejé de respirar. Estaba cabizbajo, pero subió la cabeza al abrir la puerta. Esos ojos color caramelo me hicieron volver a respirar.

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