jueves, 27 de noviembre de 2014

Capítulo 19

Mi primo Fernando me estaba ayudando a guardar todo en una mochila, en pocos minutos todas mis pertenencias que se encontraban en el hospital estaban ya colocadas en una pequeña mochila que había traído mi madre.
La puerta sonó y dos pequeñas cabezas se asomaron, eran mis hermanos Ana y Carlos. Venía hacía mí cabizbajos.
-¿Te vas ya?- me preguntaba Ana en voz que era como un susurro.
-Sí, pero ahora ya sabéis donde vivo, os podéis pasar a verme. -los dos sonrieron.- ahora os vais con papá.
Al pronunciar la última palabra se estremecieron, los pelos se les pusieron de punta, no era la única que lo había notado. Miré a Fernando, se encogió de hombros, me costaba entenderlo, más bien nos costaba a los dos entender lo que estaba pasando.
-¿No queréis iros con papá? - No respondieron a mi pregunta, solo bajaron la cabeza e hicieron una mínima afirmación.
-¿Os vais ya vosotros también?-Carlos levantó ahora la cabeza y afirmó.
-Le están firmando ahora a Maite el alta. Papá quiere que estemos pronto en casa, viene ya a recogernos- les miré, ayer cuando les vi eran completamente felices, sonreían y jugaban, hoy no levantaban la mirada del suelo.
Me podía cruzar con mi padre por primera vez, pero no me preocupaba por dos razones, mi padre es el que me ha criado, no el que no ha estado conmigo ni un momento y la segunda razón porque ahora mismo lo único que me importaba era saber exactamente qué les pasaba a los dos niños de 12 años que estaban justo en frente de mí, que decían ser mis hermanos. No sé, sentía demasiada preocupación por ellos, me dolía verles tan tristes.
-Venid aquí y darme un abrazo ¿no?- eso les hizo sonreír. Vinieron hacia mí corriendo y me acababa de dar cuenta cuan frágil es la mente de un niño y que fácil se puede moldear, les habían contado la mayor mentira que existía, que yo me fui porque tenía que trabajar fuera y sin haberme visto, sin haberles dirigido ni una palabra me tenían cariño, para mí ellos no eran nadie hasta ayer, para ellos yo era la hermana mayor que no podía estar con ellos porque trabajaba fuera.
-Ojalá te veamos más.- gritaba Ana mientras venía a mí.- Los hermanos mayores tienen que proteger a los pequeños- su voz sonaba tensa, no conseguía comprender lo que me quería decir- no te vuelvas a ir y nos dejes solos.
-Tú eres nuestra hermana, tienes que cuidarnos.
Mi cara empalideció al instante, no sabía qué hacer, no sabía a qué se referían. Al separarse sonreían y me di cuenta de cuánto tiempo se dedican a fingir, lo hacían demasiado bien para su corta edad, sabían cómo tenían que actuar delante de la gente. ¿Por qué actuaban? No entendía nada.
-Vamos, que me quiero despedir de Maite- salieron corriendo a por ella.
Salí con ellas, Fernando se quedó en la habitación recogiendo las últimas cosas.
-Espero verte pronto.- la abracé, era un abrazó en parte sincero y en parte fingido, quería que supiese que le agradecía lo que había hecho, pero nuestra relación tampoco era lo suficientemente estrecha como para mucho más. De pronto un pequeño grito salió de su garganta, se tocó el costado. Tampoco la había abrazado tan fuerte, pero la dolió.
-¿Estás bien?- afirmó con la cabeza.
-Un pequeño moratón.
Un moratón duele en un abrazó tan delicado. Recordé cuando hace tres años me rompí las costillas por una patada y me abrazó Laura y casi me muero de dolor.
Volví a mi habitación, me dirigí a la ventana para verles salir. De pronto vi un coche blanco justo en frente de la puerta del hospital y en él estaba apoyado un hombre, su cara me resultaba muy familiar. Le había visto antes, pero no sabía dónde.
A mi cabeza me vino la imagen de mi madre con un moratón en el costado, justo en el mismo sitio, yo era muy pequeña, pero sabía que lo que me dijo que se había golpeado no me lo creía, no recordé por qué pero no me lo creí.
Salí corriendo al pasillo.
-Necesito un favor, la chica que se acaba de ir, ¿tiene algún tipo de daño aparte de la operación?
-Lo siento, no puedo darla esa información.
-Soy policía, y mi tío también, así que por favor, deme esa información.
-Le vuelvo a repetir, no puedo dársela- era una mujer mayor, algo ancha de caderas y con cara de estar amargada. –Necesito una orden de un juez para darle esa información.
-Perfecto, mi nombre es Fernando, número de colegiado 38401838FD, o usted le da esa información, o ya se puede dar por despedida.
La mujer tecleó rápidamente en la pantalla, al momento hizo gesto con la cabeza.
-Vale, un segundo que se la busco- sonreí a Fernando, no sabía cómo se sabía el número de colegiado de un juez, pero casi que hay cosas que son preferibles no preguntar- tiene traumatismo diversos en diferentes partes del cuerpo, en costillas y brazos principalmente.
No necesité escuchar más, bajé corriendo las escaleras, esperaba que no se hubiesen ido, se me olvidó el dolor de la operación y de la muñeca, solo quería llegar hasta ellos. No tardé ni un minuto en llegar abajo.
Seguía allí, Ana estaba a punto de meterse al coche, el hombre la miraba y la decía algo que la hacía estremecerse, tenía miedo, cuando llegué hasta ellos, el hombre iba a pegarla, le conseguí parar la mano antes de que llegase a ella. Estaba con los ojos cerrados, al no notar el golpe los abrió despacio, al verme sonrió.
-Salir del coche los tres- él se giró- hola papá, creo que ahora mismo entiendo por qué mi madre te dejó.
Un puño suyo se lazó sobre mi cara, por suerte lo conseguí esquivar. Le golpeé con el brazo malo en la cara. Un grito de dolor salió de mi garganta, noté como el hueso se movía dentro de mi piel, me moría de dolor, pero creo que le había dolido más a él, la escayola le había roto el tabique nasal.
Mi primo cogió a los tres y los puso lejos de su padre.
-Olvídate de ellos porque no vas a volver a verlos en tu vida- le lancé un escupitajo  y me dirigí hacia ellos. –Darme un minuto, firmo el alta y nos vamos.
Los pequeños con una gran sonrisa afirmaron.
Fernando nos llevó a casa. Al entrar no se me ocurrió otra cosa que decir que el típico tópico.
-Bienvenidos a vuestra nueva casa.- sonreí, todos sonrieron, Fernando me miró y también sonrió, como si estuviese orgulloso de mí.

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